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La jornada de 37,5h: ¿es el momento?

La jornada de 37,5h: ¿es el momento?

En la historia de la humanidad, hemos sido testigos de un asombroso avance en la productividad laboral. Desde los días de la primera Revolución Industrial, cuando la máquina de vapor separó por primera vez la producción de bienes del esfuerzo humano, hasta la actual Revolución Tecnológica o de Internet, también conocida como la cuarta revolución, impulsada por las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Pero, ¿qué nos depara el futuro? ¿Estamos a las puertas de una quinta revolución?

Sin lugar a dudas, la llegada de la inteligencia artificial marca un nuevo hito en la evolución de la productividad laboral. La posibilidad de contar con asistentes virtuales que simplifiquen nuestras tareas diarias promete ser un avance significativo. ¿Quién no querría tener a su disposición una asistente virtual de última generación? Sin embargo, este crecimiento exponencial en la productividad nos lleva a plantearnos un dilema: ¿cómo debería ser la jornada laboral en la era de la inteligencia artificial? Es evidente que no podemos mantener el mismo enfoque que se aplicaba en los albores de la primera Revolución Industrial, cuando la semana laboral rondaba las agotadoras 60 horas.

Si aplicamos una simple ecuación a este panorama, nos encontraríamos con que, si la productividad se ha multiplicado por 20 en los últimos dos siglos, la jornada laboral debería haberse reducido a una vigésima parte de su duración original. Esto nos llevaría a trabajar unas 2 horas por semana en la actualidad. Sin embargo, la aplicación de las matemáticas puras a la economía y la sociedad no es tan sencilla como parece.

A medida que avanzamos hacia el futuro, será crucial que exploremos y adaptemos nuestras prácticas laborales para aprovechar al máximo las innovaciones tecnológicas, sin dejar de lado la necesidad de mantener la conciliación entre el trabajo y la vida personal. La inteligencia artificial promete un futuro emocionante, pero también nos plantea preguntas importantes sobre cómo queremos que sea nuestra vida laboral en esta nueva era.

En el panorama laboral actual, España se diferencia notablemente de otros países, como Estados Unidos y las naciones del centro y norte de Europa, en términos de su estructura laboral. Aquí, un porcentaje significativo de empleos se relaciona con trabajos intensivos en mano de obra y con bajos niveles de cualificación, como la construcción y la hostelería, entre otros. En este contexto, cualquier reducción en la jornada laboral tiene un impacto directo en los resultados empresariales. Reducir un 15% las horas trabajadas se traduce en una disminución del 15% en la productividad. Esto plantea una preocupación real, ya que es posible que esta reducción de horas se traduzca en un aumento proporcional en los precios de los servicios y productos. En un momento marcado por la preocupación por la inflación, esta perspectiva es motivo de alarma.

Además, si España adopta esta medida de forma aislada en el actual entorno de competencia global, corre el riesgo de perder competitividad frente a otros países. Un ejemplo claro es el caso de Francia, que implementó la semana laboral de 35 horas y vio cómo esto afectaba negativamente a su competitividad en términos de exportaciones y a sectores clave como el turismo.

Entonces, ¿estamos a favor o en contra de la reducción de la jornada laboral en España?

La realidad es que las jornadas de 37,5 e incluso de 35 horas podrían ser una necesidad en un futuro cercano, y para muchas empresas y sectores, ya son una realidad. La idea de trabajar 40 horas semanales en un empleo de calidad se percibe como innecesaria por muchos. Sin embargo, el problema no radica en si debemos reducir las horas de trabajo, sino en cómo lo hacemos. En el contexto actual, marcado por una alta inflación y amenazas económicas, no parece ser el momento adecuado para implementar esta medida sin tener en cuenta a los empresarios.

Si España decide avanzar en esta dirección, debería ser un proceso consensuado, preferiblemente en colaboración con otros países de la Unión Europea. Esto aseguraría que cualquier cambio en la jornada laboral se realice de manera coherente y sostenible. Por tanto, la reducción de la jornada laboral es un tema que merece consideración, pero las circunstancias actuales de alta inflación y competencia global hacen que no sea el momento ni el lugar adecuado para tomar decisiones precipitadas.